viernes, 8 de octubre de 2010

SONETO XII


Ah, bebo del cuenco de una rosa,
y mientras dos gorriones, que trinando
por mi rostro, luego quedan posando
en mis frías y muy trémulas manos.

Ellas están así por los cercanos
ojos fragantes, de llama olorosa,
en que mi ser despacio convalece.

Mi corazón entonces, crece y crece:
fresco fuego de agua que crepita.
Oh muy más bello instante eterno,

en que da flor el alma en pleno invierno
y transforma en hojas los latidos,
como un otoño en el que erguidos
sólo quedan, besos que el alma grita.





Orfeo

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